domingo, 28 de septiembre de 2008

Mítico Poder en el Chateau



Llegué cuando ya había sonado el último tema de Amparanoia y me dije: maldición, me hubiera tomado un termo menos de mate y no me la perdía. Lo cierto es que ayer la entrada cayó casi de milagro en mis manos y me dispuse a ir con la emoción de volver a asisitir a esos rituales que tantas veces llenaron mis días de amigos entrañables y compañeros ocasionales de cerveza tibia bebida en vaso de plástico de un litro. Las chicas lucían algo diferente a lo que yo recordaba de los Festivales de Rock de Cosquín y La Falda. Apretaditas, vestidas para la ocasión, las mujeres calzaban sus remeras acordes a la onda reggae y disparaban frenéticos grititos cuando aparecían los músicos. Cuando Cultura Profética arrancó, automáticamente me surgieron ganas de consumir una deliciosa birra helada. Se lo propuse a mi amiga, que no tardó en responderme algo insólito: "pero no venden alcohol hoy". "Whatttttt????. No estamos en el Quilmes Rock??", exclamé atónita. Bueno, definitivamente algo había cambiado desde aquellas épocas en que éramos tan hippies. Pasó Cultura y después de un ratito salieron Los Cafres. El cielo, próximo a romper en una lluvia inminente, amenazaba mientras las chicas coreaban histéricas los estribillos de las hiperradiales canciones y yo empezaba a preguntarme qué carajo hacía ahí. Pero dejándome llevar por lo que buscaba deseperadamente que se pareciese en algo al reggae roots, me dejé llevar por el ritmo y bailé sin detenerme. Sin pensar, sólo bailé. Una vez entonados los hits, la banda - cuyo líder de espíritu showman excesivo intentaba paliar el cansancio generalizado ocasionado por la maratón de haber tocado el viernes en el Pepsi Music (habrán vendido Pepsi? O sólo agua sin gas?) - se bajó del escenario sin demasiada gloria. Cuando apareció Daffunchio me acordé de todo. Me vino el recuerdo de un Cosquín Rock en el que Las Pelotas tocaba la misma noche que cerraba Charly. Llovió a cántaros, pero como esta vez valió la pena. Y es que la banda cordobesa demostró una vez más que no hace falta merchandising, ni pose marketinera, sólo ofrecer música, de la buena. Junto a los primeros acordes se formó una enorme ronda en medio del tumulto y bastó una curva de rock para que todo estallase. Esto era, esto sí era, pensé. Y así, casi naturalmente, se pasearon por Basta!, Todo X un polvo, Esperando el Milagro y tantos otros discasos. Entre "La mirada del amo" y "Basta" la lluvia cayó con furia. Y la energía circulaba de manera indescriptible entre la gente que no paraba de hacer pogo y de repetir "Vamo las peló" hasta el final. Las gotas, frías, refrescantes y violentas se dirigían derechito hacia el escenario. Los instrumentos se mojaban, los equipos se mojaban y detrás de las pantallas que amplificaban la imagen del pelado haciendo lo que mejor sabe, los relámpagos completaban un clima poderoso. Los organizadores se acercaban a los músicos, parecían querer advertirlos del riesgo de seguir tocando en esas condiciones. No importaba. La gente no paraba de festejar la comunión del rock pelotero, a pesar de la insoslayable ausencia del mítico Sokol. "Luca no murió" se escuchaba por ahí. "No podemos seguir más", dijo Daffunchio con una sonrisa en tono de despedida imperiosa pero indeseable. Se encendieron las luces en el público. Además de sentirse en la piel, ahora la lluvia podía verse claramente inundándolo todo. Ante el nuevo grito de aguante a la banda, salieron para hacer dos temas más. Y, claro, "Capitán América" venciendo al aguacero, haciendo mover los cuerpos y las almas acabó por hacerme sentir capaz de todo. Y creo que no fui la única.

(foto: www.laspelotaspage.com es obvio que no pude sacarla yo porque me encontraba haciendo pogo ejem!)

sábado, 20 de septiembre de 2008

La Isla


Cuando despertó ya casi no recordaba nada. La casa, vacía y húmeda, era embestida por un fuerte viento proveniente del sur. Extraño a esa altura de las circunstancias temporales. ¿Dónde se había marchado el cálido verano?. El mar embravecido golpeaba la costa furioso. La inmensidad de la fina arena blanca lo cubría todo. Escondidas ya las huellas, los rastros desaparecían arremolinados por el viento que transformaba la arenosa superficie en un mapa sin sentido.
Un recuerdo se desprendió de la nada. Una mañana anaranjada, ellos en la cocina. Sentados, uno frente al otro, se miraban ya sin mirarse.
- “Vos me pediste que me fuera”, soltó Santiago.
- “Porque pensé que no lo harías”, confesó Morena.
- “Sentí miedo, como cuando era chico”, dijo apretando los puños.
- “Al menos inventemos una despedida”
Hacía un tiempo que la Isla había empezado a cambiar. Al principio, cuando llegaron, la vegetación era abundante. La vertiente que provenía del arroyo arrojaba su espejo de agua dulce. Morena y Santiago construyeron su casa justo donde el río se une con el mar. Una tarde recostados uno junto al otro en la playa jugaron a buscarles formas a las nubes. Se rieron tanto que debieron detenerse para no ahogarse con las carcajadas. Después hacían fuerzas para perdurar en el instante.
- “Vos nos trajiste acá Morena”
- “Vos nunca marcaste una dirección contraria. Construimos esta casa”
- “Eramos menos sinceros. Ahora te abriste. Me confesaste lo que pensás”
- “Te expresé lo que siento cuando me acuesto con vos”
- “Da lo mismo”
El frío calaba profundo. Los días caían como rocas. Santiago ya sentía el agua morderle la punta de los pies. Al principio, mientras tomaban mates en la galería miraban juntos hacia el mar y observaban la arena cediendo centímetro a centímetro. El mar, decidido, avanzaba sin que ellos alcanzaran a notarlo realmente. Un día se sorprendieron al ver que el agua había tapado los restos de leña que habían quedado en la playa después de la fogata de la noche anterior. El agua dulce se encontraba cada vez más lejos del inicio del río. Para conseguir beber algo debían caminar varios metros más por día hacia adentro de la Isla.
- “Ya no me apasiona esto”
- “Y te vas a ir nomás Santiago”
- “Sí”
- “¿A dónde?”
- “Necesito caminar un rato solo”
- “Querrás decir huir”
- “Quiero decir que nunca te pedí que hicieras lo que hiciste”
- “Era necesario. Eso creía”
Las imágenes iban y venían, copiando el ritmo de las olas. Una vieja radio sonaba en el fondo. El agua estaba muy fría y ya le había trepado hasta las pantorrillas. Sentado en la vieja silla de madera Santiago sólo podía esperar. No se le ocurría nada más. Tal vez si hubiesen advertido el avance del hundimiento con más tiempo habrían podido planificar una salida.
- “Te dejo libre Morena”
- “Quizás si te aferraras a la idea de saber que no estás solo en verdad”
- “Vos no deseás estar a mi lado”
- “Me gustaría sentarme con vos a contar los días que faltan para irnos”
- “Uno de los dos tiene que marcharse”
La tierra olía a mojado. Pronto, la nieve comenzó a desfilar acompasada al sonido del viento. No se acordaba bien si ella tenía el pelo del color del sol o si era pelirroja o morocha. Aunque le parecía poder guardar una imagen de sus ojos atravesando los suyos, reconociéndolo desde adentro.
- “¿Y de mi sonrisa te acordás?”
- “Cada vez que miro el mar. Pero sabés que no puedo cruzar”
- “Ya no te veo”
- “Es esta Isla que nos tiene como atrapados”
Durante los primeros tiempos creían que visitarían el lugar y podrían regresar cuando quisieran al punto de partida. Sin embargo, la natural existencia en tierra virgen los sedujo de tal modo que ya no pudieron recordar el camino de vuelta. Santiago se levantó de la silla y comenzó a recorrer la casa. Primero, se dirigió a la cocina, pasó para el living y miró a través de la ventana empañada. Afuera no podía distinguirse nada más allá de unos metros. El viento y la nieve dificultaban la visión. Se acercó a la puerta. El mar le impedía moverse libremente. El frío le calaba los huesos. Cuando la vio alejarse en el bote pensó que sin ella todo sería distinto. Al minuto siguiente su mente se encontraba completamente en blanco. Hundido en su soledad ya no recordaba nada, ni a sí mismo. La Isla continuaba su indeclinable sumergimiento. De un momento a otro, las paredes de la casa comenzaron a temblar. A varios kilómetros de distancia Morena vio cómo la tierra iba desapareciendo devorada por el océano. Lo último que pudo reconocer a lo lejos fue la ventana de la casa desde donde solía mirar el horizonte ansiando recorrerlo. Ahora, ya navegando afuera, sólo pudo despedirse, partirse en una lágrima, sonreir y, finalmente, flotar.



Escribí esto después de ver por infinésima vez una película que me gusta mucho "Eterno Resplandor..." esa en la que Jim Carrey la rompe, junto a Kate Winslet. La última escena me encontró a las 3 de la mañana. Encendí la compu y, simplemente, arrojé este relato de una sola vez. Lo subo al blog así, sin editar y como vino se va. Lo tiro al mar...
(tomé la foto en una obra de teatro que vi en Documenta: "Agatha", de Marguerite Duras adaptada por Cipriano A. Pitt...casualmente ahí también el mar)

domingo, 14 de septiembre de 2008

La última inocencia



SALVACIÓN

Se fuga la isla
Y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta
Ahora
es el fuego sometido
Ahora
es la carne
la hoja
la piedra
perdidos en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilación
que purifica la caída de la noche
Ahora la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesía.

(Alejandra Pizarnik, de La última inocencia, 1956)
El collage me surgió para una tarea de Historia de la Fotografía con Lila Pagola, luego de haber husmeado el trabajo de fotomontaje político dadá de Hannah Höch...abismales distancias al margen...

jueves, 11 de septiembre de 2008

Feliz Día del Maestro